Dudaba si colocar esta entrada en la Stoa o en el blog de la biblioteca, pero dado que la discusión ha surgido en la clase de griego, me he decidido a inscribirla en el "demos" en el que nació.
Acometemos estos días nuestros primeros versos de Homero e intentaba descubrir a mis discípulos (y sin embargo... ¿amigos?) el placer de traducir con los pies descalzos sintiendo, por vez primera, las texturas del suelo, el frescor de la hierba y también, ¡qué le vamos a hacer!, las piedrecillas sueltas o la arena abrasadora. Les decía que traducir no es solo transportar un argumento, es intentar recoger los colores, los olores, las sensaciones y los recuerdos que el texto no cuenta pero contiene, y llevarlos sanos y salvos a otra lengua, a otra playa. Les decía que traducir no es trasladar, es volver a crear la misma magia con otros elementos.
Y les ponía como ejemplo de traductor-mago a Julio Cortázar. ¡Y no lo conocían! ¡Oh LOGSE, deidad perniciosa! Así que, ni corta ni perezosa, me he enfrascado en describir la lengua fuida y deliciosa, el genio juguetón y delicadísimo, los ojos inmensos... y, por fin, me he atrevido a recomendarles que leyeran alguno de sus cuentos o las traducciones que, por ejemplo, hizo de las narraciones de Poe (uno que les sea ameno) y, en un acceso de locura incomprensible en mi habitual contención, les he animado a jugar a la Rayuela.
Para muestra basta un botón: pincha aquí para leer Los limpiadores de estrellas
De Homero a Cortázar es un viaje lleno de lugares por descubrir. ¿Vienes?
Nota: Si pinchas sobre la imagen se te abrirá una página completa sobre Cortázar con muchos textos disponibles incluso en su propia voz.
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