miércoles, 10 de abril de 2013

Gracias, gracias y mil gracias.

¡Qué hermosa palabra!
Ya os conté en su momento (no lo traje aquí porque estaba escapando de los abismos de la perniciosa gripe) el efecto inusitado que había causado el vídeo elaborado por el IES Ingeniero de la Cierva para la campaña "Yo conozco mi herencia y tú". Hablamos de cómo había sido visto en lugares remotos y había conmovido a los mismos griegos.
Ahora llega la respuesta. Nos comenta el profesor Arístides Mínguez, uno de los autores del Gracias, Grecia, que le ha llegado un Gracias, España desde las queridas tierras helenas. Conmovedor, en efecto, el gesto (desde el principio de esta historia) e inexcusable para nosotros añadir un tercer GRACIAS por el trabajo que hicieron unos (en el que muchos son sentimos incorporados y representados), por el cariño con que acogieron otros (que llegó y se hizo extensivo a todos los que vivimos a este lado) y que ahora toma forma de nuevo.
Me recuerda este momento a ese en que Glauco y Diomedes se intercambian regalos en medio de una batalla en la que los azares del destino los han colocado en bandos opuestos. Un armadura de oro por una de bronce, un gesto de cercanía en medio del más doloroso caos, un pararse a estrechar la mano del amigo donde quiera que esté.
Una viejísima deuda de hospitalidad, porque una vez comimos de su plato y dormimos bajo su techo, nos une aún hoy a la soleada Grecia. Nosotros conocemos nuestra herencia y las obligaciones de nuestra deuda y la pagamos con gozo. No tenemos copas de oro de doble asa, ni cinturones de púrpura, ni armadura de ningún metal. Sólo sabemos decir GRACIAS una y otra vez, más que los innumerables males que sufrieron los aqueos, más que las mil naves en las playas de Troya, más que los años transcurridos desde entonces.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Emociona el nexo de la cultura :')